martes, 5 de febrero de 2013


"Día oportuno para hablar de la reconstrucción"
Lunes 04 de Febrero de 2013 12:16
  
Hace 37 años Guatemala sufrió el más devastador terremoto de su historia, con un saldo que  oficialmente se estableció en más de 25 mil muertos y miles de viviendas destruidas además de daños tremendos en toda la infraestructura del país. Carreteras cortadas por derrumbes, puentes destruidos por el movimiento sísmico y sus réplicas de los días siguientes, ruptura de las redes de distribución de agua, daños en el tendido eléctrico y, en fin, una catástrofe sin precedentes que agarró con los calzones en la mano a un gobierno cuya legitimidad era cuestionada por haber sido producto de un fraude electoral burdo y descarado.

Por Oscar Clemente Marroquín, La Hora
ocmarroq@lahora.com.gt    

La primera aparición pública del entonces presidente, el general Kjell Eugenio Laugerud García, concluyó con aquella frase que inspiró a muchos: Guatemala está herida, pero no de muerte, dijo el mandatario, llamando a la población a emprender de inmediato las tareas de asistir a las víctimas y de reconstruir el país. El Comité Nacional de Emergencia, algo así como nuestra Conred de ahora, jugó un papel estelar en la coordinación de los esfuerzos espontáneos y unánimes de la población. El Presidente asumió la conducción del esfuerzo y con el apoyo de colegas suyos, entre los que hay que destacar a los generales Echeverría Vielman y Peralta Méndez conformó un equipo que no sólo demostró eficiencia, sino que supo transparentar el manejo de los fondos. 

 A diferencia de lo que ha pasado con todas nuestras desgracias naturales que han venido en estos últimos treinta y siete años, el Terremoto del 76 no fue fuente de enriquecimiento para los funcionarios que tuvieron a su cargo la tarea. La ayuda internacional fue masiva y rápida, pero la primera disposición del Comité de Reconstrucción fue que cada donante de ayuda se hiciera cargo del manejo de los fondos y de la supervisión del destino de cada centavo o de cada aporte enviado, con el fin de asegurar la transparencia. En vez de que los allegados al Presidente dispusieran concentrar el manejo de la ayuda, como hicieron después en tiempos de Arzú, Berger y Colom, se descentralizó y de hecho hubo poblados enteros que fueron asignados a países amigos para que ellos velaran por el buen uso del dinero. 

 Kjell Laugerud pudo tener muchos defectos y el principal fue el haber aceptado la presidencia como resultado de un fraude absolutamente burdo, perpetrado por instrucciones precisas del entonces presidente, general Carlos Arana, con la colaboración de viejos liberacionistas duchos en el manoseo electoral y la presencia de un asesor muy especial, el general Anastasio Somoza Debayle, quien presionó cuando hubo titubeos al ver las iniciales reacciones de los seguidores de Efraín Ríos Montt, ganador de la elección realizada en 1974. Siempre me he preguntado qué hubiera pasado ese 4 de febrero y los meses siguientes si el presidente hubiera sido Ríos en vez de Kjell. Como paradoja para el sistema democrático, creo que salimos ganando con el fraude porque no estoy seguro de que las cosas hubieran ocurrido en forma tan correcta.

El terremoto fue un verdadero desastre porque además de cobrar tanta vida destruyó la infraestructura nacional. Y la reconstrucción costó muchísimo dinero, pero a diferencia de lo que pasó en Guatemala con los terremotos del 17, cuando Estrada Cabrera embodegó la ayuda hasta que se pudrió sin llegar a los beneficiarios, o en Managua donde se robaron buena parte de la ayuda enviada por la cooperación internacional, Guatemala fue un ejemplo de eficiencia y transparencia. 

Ahora no hay coordinación real en reconstrucción y los fondos, no tan abundantes, se los reparten varias entidades que no rinden cuentas claras, sino que explican a cuentagotas las cosas. Y por supuesto esa ayuda no llega rápidamente a las víctimas que siguen esperando eficiencia de la respuesta pública. 

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